En plena era de la Gran Depresión, cuando América sufría una de las más devastadoras crisis económicas de su historia, surgió un héroe al que la multitud aclamaba enfervorecida a su paso... Un héroe que demostró al mundo de lo que es capaz un hombre para obtener una segunda oportunidad para él y su familia. Ese héroe popular fue James J. Braddock -también conocido como “Cinderella Man”- que se convirtió en una de las leyendas más sorprendentes y modélicas de la historia del deporte. A comienzos de los años 30, este infeliz antiguo boxeador se sentía igual de inútil, vencido y desafortunado que el resto de la población americana. Como muchos otros, Braddock había tocado fondo. Su carrera parecía acabada, no podía hacer frente a sus deudas y para colmo, su familia, lo único que le importaba en esta vida corría serio peligro. Así fue como se vio obligado a recurrir a la caridad pública. Pero en lo más profundo de su ser, Jim Braddock nunca se rindió. Gracias al amor, al honor y a grandes dosis de coraje, consiguió hacer realidad un sueño a todas luces imposible. Con el fin de ayudar a su familia, Braddock decidió darse una última oportunidad y regresar al cuadrilátero. Nadie daba un duro por él. Combate tras combate, todo el mundo hablaba de las miserias y desgracias del pobre Jim Braddock. Todos excepto el propio Braddock, que movido por algo más que el espíritu competitivo, siguió ganando. De repente, este hombre normal y corriente, incapaz de encontrar trabajo, se convirtió en un deportista mítico que no perdía nunca. Abanderado de las esperanzas y los sueños de los más desfavorecidos, Braddock fue escalando peldaños hasta que, después de hacer frente a las situaciones más adversas, decidió hacer lo inimaginable: vencer al Campeón del Mundo de los Pesos Pesados, el intratable Max Baer, conocido entre otras cosas por haber matado a dos hombres en el ring.